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La brecha salarial de género en Argentina: una deuda persistente pese a leves avances

A pesar de algunas señales de mejora, la desigualdad salarial entre hombres y mujeres sigue siendo una problemática estructural en Argentina. Los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), correspondientes al cuarto trimestre de 2024, revelan que las mujeres ganan, en promedio, un 26,2% menos que los hombres por realizar el mismo trabajo. Si bien esta cifra representa una leve mejora frente al 27,7% registrado en 2023, continúa reflejando una profunda disparidad en términos de equidad laboral.

El ingreso mensual promedio de los hombres en Argentina es de 821.496 pesos, mientras que el de las mujeres se ubica en 586.455 pesos. Esta diferencia de más de 235.000 pesos mensuales no puede explicarse únicamente por el género, pero sí se relaciona estrechamente con factores estructurales como el tipo de empleo, la informalidad laboral, el nivel educativo, la edad y el sector económico al que se pertenece.

Empleo informal y feminización de la precariedad

Una de las principales causas de esta brecha es la sobre representación femenina en el empleo informal. Según el informe del INDEC, los trabajadores formales perciben en promedio 925.994 pesos, mientras que los informales apenas 415.730 pesos, lo que representa una brecha del 55%. Las mujeres están sobrerrepresentadas en este segmento laboral, especialmente en sectores como el trabajo doméstico, el cuidado de personas, la limpieza y los servicios temporales.

Esta feminización de la precariedad también se refleja en la segmentación del mercado laboral. Las mujeres tienden a ocupar puestos en áreas tradicionalmente menos remuneradas como la educación, los servicios sociales y el comercio minorista. Además, suelen enfrentarse a mayores dificultades para acceder a sectores estratégicos y mejor pagados como la industria, la tecnología o cargos ejecutivos.

Desigualdad según deciles de ingreso

El análisis por deciles —que divide a la población según su nivel de ingresos— muestra que la desigualdad de género es aún más marcada en los sectores más vulnerables. En el decil 3, por ejemplo, solo el 22% del ingreso de las mujeres proviene del trabajo, mientras que el resto corresponde a subsidios, ayudas sociales o transferencias informales. Esto revela que muchas mujeres de bajos ingresos están fuera del mercado formal de trabajo y dependen en gran medida de ingresos no laborales.

En los deciles más altos la brecha se reduce, pero no desaparece. Incluso en los grupos de mayores ingresos, los hombres siguen ganando más que las mujeres. Este dato confirma que la inequidad de género atraviesa todos los niveles socioeconómicos, aunque con distinta intensidad.

Ingreso per cápita y desigualdad estructural

El ingreso promedio per cápita en el país es de 442.596 pesos, pero esta cifra varía significativamente entre sectores. En el estrato bajo, el ingreso promedio es de 164.354 pesos, en el medio 400.883 pesos, y en el alto supera el 1.082.641 pesos. Estas diferencias reflejan que la desigualdad en Argentina no solo es de género, sino también de clase.

En este escenario, muchas mujeres enfrentan una doble vulnerabilidad: por un lado, la de ser mujeres en un mercado laboral que las discrimina; y por otro, la de pertenecer a sectores pobres, con menos acceso a educación, empleo de calidad y oportunidades de movilidad social.

Trabajo y dependencia económica

El informe del INDEC también analiza la dependencia económica en los hogares. Actualmente, hay 118 personas no ocupadas por cada 100 ocupadas y 61 personas sin ingresos por cada 100 que sí los tienen. Aunque estas cifras representan una mejora respecto al año anterior, todavía son altas. En los sectores más privilegiados, como el decil 10, esta relación se reduce a 36 no ocupados y 19 sin ingresos cada 100, lo que evidencia una distribución mucho más equilibrada del trabajo y los recursos.

Este dato confirma que el trabajo registrado sigue siendo el principal factor de inclusión social en Argentina. Pero cuando el acceso a ese trabajo está condicionado por el género y la clase, se reproducen dinámicas de exclusión que perpetúan la pobreza y la desigualdad.

¿Qué hacer frente a esta realidad?

Si bien es positivo que la brecha de género se haya reducido levemente, los avances son insuficientes para revertir décadas de desigualdad. La equidad salarial no llegará por sí sola: requiere políticas públicas activas y sostenidas en el tiempo.

Algunas medidas necesarias incluyen:

  • Promover el empleo formal femenino.
  • Establecer incentivos fiscales para empresas que garanticen igualdad salarial.
  • Facilitar el acceso de mujeres a carreras técnicas y sectores estratégicos.
  • Ampliar políticas de cuidado para redistribuir las tareas del hogar.
  • Aplicar efectivamente la Ley de Equidad Salarial.

Además, es urgente un cambio cultural profundo que cuestione los estereotipos de género, reconozca el valor del trabajo doméstico y de cuidados, y promueva una distribución más justa del tiempo y los recursos.

La brecha salarial de género sigue siendo una deuda pendiente en la agenda económica y social de Argentina. Más allá de los números, detrás de cada cifra hay una historia de desigualdad, precariedad y oportunidades perdidas. Reducir esta brecha no es solo una cuestión de justicia, sino también una condición esencial para construir una sociedad más equitativa, inclusiva y próspera.

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